El perfume de la noche, tu injusticia en el desconsuelo de la música, algún que otro miedo llamándose solitario animal embruja las retinas y las manos. Me rindo ante los vientos que lleguen a ser brazos. Por todo lo demás escribo poemas.
Se avecina una
tormenta. Tomemos precauciones. Truenos maricas harán de nuestra fuga un
horizonte paciente. Me creo ángel caído o poeta de brazos fatigados. No siempre
funciona así.
Nunca me había pasado mi madre en
espiral. Es la primera vez. Siempre, dicen, hay una primera vez. Arrasó con los
modos y el ya cambiarás, serás un hombre de bien, no te quiero ver sufrir. Los
espirales arrancan de un centro y el punto se va alejando curvadamente hasta
llegar a otro punto que no es conflicto mamá.
Lo veloz me
mancha la muerte que atesoro bajo mi pestaña frágil. Lo lento huele feroz como
pájaro ensangrentado. No seré gorrión pero estoy semi desplumado esperando la
liberación que venga desde los alaridos de las miguitas de pan.
Enclenque, la
agonía, saluda como girasol al sol desnuda de sí misma en fragmentos de duelos
conocidos. Los párpados pesados como paredes de apariencias, la soledad como
pozo de tantas páginas. Me recuerdo haber sido diáfano con catarros leves
deshabitados.
Me animo a morder el anzuelo. La soledad tiene alas. Yo no sé
lo que es morder pero me animo. La soledad es un animal que viene de Dios, por
desgracia me animo a morder. La soledad tiene manos de vientito de zaguán, con
detalles de recuerdos me animo a morder. El anzuelo, esta alma mía sin retorno.
Yo no sé. No sé escribir. Tengo todos los dientes en la hoja y no sé, no sé
cómo se escribe...
La
suerte de los ojos, sitio de cadenas uniformes y definitivas. El horizonte se
siente insultado cuando miro más allá. No me deja cruzar la línea a donde yo se
que hay ruiseñores, brotes, tiempo y garganta. Enigma intacto. Me suicido los brazos para que no acompañen la
altura de los límites. El molino trabaja sin adelantar la fecha del viento.
¿Quién acariciará las piernas del silencio? ¿Alguien? ¿Horizonte? ¿Más allá? Algo me hace llorar y no por los ojos. He aquí el galope propio y la palabra bastón. Enigma de los escombros buscando un pecho.